La atleta Aroa Merino debutaba en la Behobia-San Sebatián y no lo ha podido hacer de la mejor forma, ganando. Después de la prueba, la canaria cuenta a Campeonísimas las sensaciones de una carrera distinta.
Más de medio siglo de vida tiene ya la Behobia-San Sebastián. Una prueba diferente dentro del atletismo en ruta. Su fondo somete a los participantes a un exigente diente de sierra entre la frontera con Francia y la Alameda del Boulevard donostiarra. Un periplo, actualmente, de 20 kilómetros exactos. La Behobia, como popularmente muchos la denominan por eso del acortar, no es ninguna broma. Es un desafío que exige entrenamiento y disciplina. No admite temeridades; e incluso ha costado alguna vida. Es tremendamente dura. Un reto para muchos. Para muchísimo.
Más de 25.000 corredores por ejemplo este año. En este 2016, edición número 52, la victoria de la competición femenina fue para una debutante atleta canaria: Aroa Merino, una triatleta de distancia Ironman que lleva centrada dos años en el mundo del atletismo.
«Esta carrera es una fiesta»
La de Lanzarote quedó cautivada por la pasión del público. ¿Ha nacido un idilio? “Sí, sí, sí, sí”, ríe; “repetiré, espero, en 2017 y si lo hago seguro que me llevo a más canarios a que la disfruten. El público, el trato… Es todo genial. Ya iba avisada de que es dura, que hay varias cuestas muy exigentes y que el sube-baja desgasta muchísimo. Iba algo asustada, la verdad. Así que me plantee salir a disfrutar y sufrir lo menos posible. Pero es que esta carrera es una fiesta. Es el gran evento”.
Ganadora con un registro de 1h10:53, la presencia de Aroa Merino en esta Behobia tiene algo de casual. Reciente ganadora de otra cita en tierras vascas, la más trailera Rioja Alavesa Wine Run, la canaria no tenía marcada en su calendario la cita guipuzcoana.
«Fui sin prepararla. Simplemente, surgió»
“La verdad es que no la tenía en mente, no. Fui sin prepararla como un objetivo; simplemente surgió. Ni la tenía dentro del calendario. José Carlos Hernández [maratoniano, también de Lanzarote, ganador de la cita vasca en su debut de 2014 y tercero el año pasado] me habló fenomenal de esta carrera. Y al final me convenció para que también compitiera con él. No lo tenía claro, porque había competido dos fines de semana seguidos. Pero acepté. Pude conseguir un dorsal, me busqué un billete y afrontamos el reto un poco a la aventura. José Carlos al final no pudo venir y me planté en Donostia sola. Una lesión. ¡Qué lástima! Me tiré toda la semana pendiente, dándole la barrila, no me dejes sola que no conozco a nadie –risas-; pero al final el jueves me dijo que no podía ser. Y a la aventura. Y no me arrepiento”, explica.
El apoyo del público
“La gente te lleva en volandas. Aquí y en el Maratón de Sevilla es donde más gente he visto animando. Pero aquí… ¡buff!. Jamás escuché un griterío tan atronador como el de la zona de meta de la Behobia. No oía nada, ni tan siquiera al speaker. Era alucinante. Te dan ganas de no cruzar la meta, de que ese momento nunca se acabe. Vas en una nube”.
«Jamás escuché un griterío tan atronador»
¿Acaso por esa sensación de saberse ganadora? “No, no; la verdad es que hasta un poco antes, no. Durante la carrera sí me iban diciendo, escuchaba, ahí va la primera, sí, pero no lo veía claro. En el pelotón de salida había dos o tres chicas por delante de mí colocadas y no recordaba de haberlas adelantado en carrera. También iba disfrutando y seguramente no me fijé. Desde luego no tenía conciencia de haberlas pasado. Que ganaba la carrera fue algo de lo que me enteré al final. Pero el ambiente, ¡buf!, eso era otra cosa. Nunca he tenido esa sensación en la vida. Era un subidón. Eso era felicidad. Y yo rebosaba felicidad”, concluye una Aroa Merino que combina afición deportiva con vida laboral y a la vez las mezcla: es técnico deportivo de la Ciudad Deportiva de Lanzarote.
«Es un subidón. Yo rebosaba felicidad»
Merino gestiona bien el viento, pero no lleva muy bien el agua. Cosas de su entorno habitual. Los aguaceros previos a la Behobia la asustaron. “Temía mucho la lluvia; antes de la salida tenía controlados hasta dónde estaban los posibles puntos de retirada”, cuenta una Merino que compitió de largo riguroso. Y que, sin presión, se preocupó más por la comodidad que por la estrategia: “En carrera nos juntamos un grupo de cuatro o cinco y rodamos a buen ritmo. Iba cómoda. Nos íbamos relevando y fuimos marchamos fenomenal. Ni miré el reloj. No quería saber nada, ni tiempos ni la velocidad… Lo único, de vez en cuando, era preguntarle a los compañeros. ¿Ya llega lo duro? Me iban indicando, me ayudaban. Lo duro pasó, queda un repecho, ahora llegamos a un muro…, me decían. Yo no sé ni cómo subí tan bien todos esos puertos. Las subidas no es algo que ejercite aquí en Lanzarote. Pero las piernas respondieron genial. Y apenas tuve molestias al día siguiente, quizá algo los gemelos, pero poca cosa”.

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