Fútbol

De refugiada a futbolista, la historia de la afgana Nadia Nadim

Nadia Nadim

Nadia Nadim tuvo que huir con 12 años de Afganistán cuando el régimen talibán mató a su padre. Él fue quien le regaló su primer balón, pero fue en un campamento de refugiados donde encontró su pasión por el fútbol. Ahora, con 29 años, es delantera de Dinamarca y de los Portland Thorns.

Nadia Nadim es imparable. La puedes ver en los campos de entrenamiento de los Portland Thorns (EE UU) realizando ejercicios de tiro durante horas y horas. También sobresale en las aulas, donde estudia medicina en su tiempo libre. Parece una historia feliz, y lo es, pero después de mucho sufrimiento y de que tuviera que dejar su país, Afganistán, con 12 años después de que el régimen talibán asesinara a su padre en el año 2000.

La figura de su padre es fundamental para entender su pasión por el fútbol. Cuando Nadim era una niña pequeña, su padre trajo una casa de balón. «Uno de esos viejos, con los puntos negros. Mis hermanas y yo no sabíamos mucho sobre el fútbol, ​​así que jugamos al voleibol. Era divertido», comenta la ahora delantera.

«Mi padre trasmitió su amor por el fútbol a sus cinco hijas»

«Mi papá era un gran aficionado al fútbol y trató de transmitir su amor por el juego a sus cinco hijas», comenta Nadia Nadim, de 29 años, futbolista nacionalizada por Dinamarca.

Cuando su padre, un general de las Fuerzas Armadas de Afganistán, desapareció en el año 2000, la familia Nadim se temió lo peor: «Los talibanes se lo llevaron. Sabíamos que no volvería. Que fue asesinado». La madre de Nadia, Hamida, empezó a preparar la huida. «Éramos seis mujeres solas,» dice Nadim. «No teníamos futuro. Sin escuela, sin trabajo. Ni siquiera podíamos caminar por la calle sin un hombre con nosotros».

Un largo viaje de huida

«Mi madre quería que tuviéramos un futuro, ser gente independiente», afirma la futbolista afgano-danesa. Su madre la despertó una noche, salieron de forma clandestina, sólo con la ropa en su espalda. Estas seis mujeres, una madre y sus hijas, huyeron de la desesperación. Viajaron por Afganistán y Pakistán en una camioneta. Con pasaportes falsos volaron a Italia con la esperanza de llegar a Inglaterra, antes de establecerse, finalmente, en Dinamarca.

«Ni siquiera sabíamos lo que era el fútbol. ¡Sólo sabíamos que tenías que patear la pelota, correr y tratar de marcar goles!»

No era la libertad, exactamente, pero era un nuevo comienzo. El campo de refugiados era mejor que ninguna esperanza y ningún futuro. «Fue un momento feliz para mí», dice Nadim. «Echaba de menos a mi padre, pero el resto de mi familia estaba conmigo.»

De nueve de la mañana a una de la tarde, las niñas Nadim iban a la escuela. Después, tenían todo el tiempo libre. Y con esa libertad relativa, llegó el fútbol. «Comenzamos a jugar todo el tiempo. Ni siquiera sabíamos lo que era el fútbol. ¡Sólo sabíamos que tenías que patear la pelota y correr y tratar de marcar goles!».

Romper con el pasado

Nadim llamó la atención de los entrenadores locales, aunque sufrió el choque cultural. «En Dinamarca, donde las mujeres hacen todo lo que hacen los hombres, yo todavía sentía que estaba haciendo algo mal cuando jugaba al fútbol. Como si estuviera violando la ley», reconoce.

«Mi madre quería que tuviéramos un futuro»

Con el apoyo inquebrantable de su madre, aderezada con la promesa de buenas notas en la escuela, Nadia Nadim jugó por primera vez en la Champions League femenina en 2012, tres años después de debutar con la selección de Dinamarca, una vez que consiguió la nacionalidad en 2008.

Nadia Nadim ha disputado dos Eurocopas con Dinamarca (2013 y 2009) y también jugará la de Holanda 2017, pero siempre se acuerda de su padre y sus comienzos. «Al principio era un juego, algo por diversión, para liberarse. Todavía lo siento así y sé que a mí padre le gustaría que fuera así. Sigue siendo un juego y tiene que seguir siéndolo».

Fuente del artículo: fifa.com.

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