Patricia Campos es una mujer que ha roto barreras durante toda su vida. Se convirtió en la primera piloto de caza en el Ejército español, pero decidió dejarlo por el maltrato machista al desvelar que era lesbiana. Ahora, es la única entrenadora española de fútbol en EE UU y desarrolla un proyecto solidario en Uganda.
Patricia Campos ha contado su historia en el libro Tierra, Mar y Aire. «Se lo debía a todas las personas que han luchado por los derechos humanos. Muchas mujeres y hombres se han dejado la vida para que podamos amar libremente a quien queramos», comenta la castellonense.
En 2005 se convirtió en la primera y única mujer en pilotar un reactor en la Armada española y lo recuerda con orgullo: «Fue un sueño hecho realidad. Trabajé macho para conseguirlo».
Estuvo en el ejército hasta 2013, cuando decidió dejarlo por denunciar el maltrato machista y homófobo por ser mujer y por declarar ser lesbiana. «Lamentablemente, no sirvió para nada. El ejército vive en un mundo totalmente paralelo a la sociedad».
«Lamentablemente, mi denuncia no sirvió para nada»
Rumbo a los banquillos
El fútbol siempre había formado parte de su vida -había jugado en varios equipos de la Comunidad Valenciana-, pero en 2013, cuando dejó la Armada, fue la primera española en poner rumbo y entrenar en los EE UU. En estos momentos entrena y vive en Hawái, al Honolulu Bulls Soccer Club, de la isla de Ohau.
«Al llegar allí, me di cuenta que la cultura del deporte en los EE UU es diferente a la nuestra. Las mujeres viven del deporte, las marcas las apoyan y las niñas las admiran. Las adolescentes sueñan con destacar en el deporte y conseguir una beca para ir a una buena universidad. Después, al terminar la universidad pasan a la etapa profesional donde consiguen vivir del deporte», cuenta Patricia Campos.
«En EE UU, las mujeres viven del deporte. España está mejorando, pero no es suficiente»
Aunque reconoce que el deporte femenino, y el fútbol en concreto, está mejorando en España, «no es suficiente». «Nos queda mucho para llegar al nivel de otros países. Faltan más apoyo institucional y privado, más aficionados, más prensa…», afirma.
Labor en Uganda
Desde hace unos años también realiza una labor humanitaria a través del deporte en Uganda.

Patricia Campos, en Uganda.
«Voy siempre que puedo, en vacaciones, al poblado de Kajjansi. A unas horas de la capital, Kampala. Allí doy clases de español por la mañana y entreno a tres equipos de fútbol por la tarde: uno de niños, otro de niñas y otro de mujeres con SIDA. En mis equipos hay niñas de 3 a 67 años. Me gustaría construir una escuela y un campo de fútbol. Darles una oportunidad de formarse a todos esos niños que no tienen familia ni acceso a la educación», comenta Patricia Campos.
Si la igualdad ya es difícil de conseguir en el mundo occidental, más aún en África: «La función de las mujeres es tener muchos hijos y trabajar en el campo. Apenas tienen acceso a la educación y no se les permite hacer deporte. Yo creo que el deporte es una gran herramienta para transmitir valores. Conduce al cambio social y ese es mi objetivo».
En Uganda entrena a niñas de 3 a 67 años
Consejos para un mundo machista
Patricia Campos no se siente una pionera. «Solo soy una mujer que lucha por ser dueña de su vida y toma sus propias decisiones. Si alguien lee mi historia y le impulsa hacia un camino de liberación personal y felicidad, me conformo con ser ese estímulo».
Prosigue: «Desde que nacemos, las mujeres vivimos en un mundo machista. Te dicen qué hacer, qué no hacer, cómo comportarte… Hay que sobreponerse a todo lo que no es justo y no nos hace felices y ser nosotras mismas. Buscar nuestro camino aunque no sea el más adecuado a priori por ser mujer».
«Las mujeres tenemos el potencial de alcanzar cualquier meta»
Para terminar, a Patricia Campos le gustaría darle un consejo a todas las niñas: «Las mujeres tenemos el potencial de alcanzar cualquier meta que nos propongamos, solo debemos creer en nosotras. Debemos luchar por nuestros sueños. Les diría que lo intenten con todas sus fuerzas y que tomen sus propias decisiones. Que nadie les diga: ‘Tú no puedes'».
